El día que el teatro cambió mi vida


Fuente: Prado Campos (elpais.com)
“Donde quiera que haya sociedad humana, el irreprimible espíritu de la representación se manifiesta”. Estas palabras que el dramaturgo y director sudafricano Bret Bailey ha escrito en el manifiesto del Día Mundial del Teatro son perfectas para describir la importancia de las artes escénicas en la vida. Todos tenemos un recuerdo sobre una obra, un actor o unas líneas que nos atraparon e inocularon la adicción por el teatro. Y para celebrar su día grande, más allá de itinerarios y actos, queremos aprovechar para pensar en esa magia que provoca la escena. Para ello, le hemos pedido a cinco actores, dramaturgos y directores que compartan con nosotros el momento más vívido –desde un recuerdo a una anécdota o ese clic que marcó su carrera–, que han experimentado en el teatro ya sea desde el patio de butacas como desde las tablas.

Ernesto Arias, actor

Lo primero que recuerdo fue la primera vez que fui al teatro. Tendría ocho años y fue en la Casa de la Cultura de mi pueblo, en Lugones (Asturias). Vi una función que se titulaba En la calle y me marcó. De hecho, al primer espectáculo que dirigí le puse ese nombre en homenaje. Esta obra estaba representada por chavales del pueblo que eran un poco mayores que yo y conocía perfectamente pero, de repente, les vi sobre el escenario disfrazados, maquillados, transformados y, sobre todo, disfrutando. Me impactó tanto que me dije “yo quiero pasarlo así de bien”. Luego entré en el grupo de teatro de la Casa de la Cultura con 9 años. Jesús Pérez-Llana, el director, me enganchó porque me veía muy interesado. No puedo olvidar esa primera vez que subí al escenario. Pero más que recordar la función –la Cantata de Santa María de Iquique y Fulgor y muerte de Joaquín Murieta–, recuerdo ese primer paso en el escenario y la ovación final. Con Jesús seguí trabajando hasta que me vine a Madrid y es una figura muy importante para mí. Me dijo que había una escuela de teatro en Gijón y fue una conversación determinante porque no tenía pensado estudiar teatro.
Y como espectador he tenido varios impactos absolutamente mágicos: Me impresionaron mucho Malas noticias acerca de mí mismo, de la Compañía del Norte de Asturias, que aún funciona y con la que después trabajé, Woza Albert! de Peter Brook, que vi en el Campoamor de Oviedo, y La calle de los cocodrilos de Théâtre de Complicité. Desde el punto de vista profesional, creo que entrar en el Teatro de La Abadía y hacer al rey don Pedro en la Baraja del rey don Pedro, de Agustín García Calvo, es uno de esos momentos importantes, aunque todo son como escalones o piedras en la que se uno se apoya para seguir saltando el río.

Dionisio Ridruejo. Una pasión española. Hasta el 13 de abril en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán. Hoy descuento del 20%, lectura del manifiesto antes de la representación y encuentro con el público al finalizar la función.

Andrés Lima, actor y director

Me fui a Italia a intentar a hacer teatro con 18 años y tengo un recuerdo muy emotivo y potente de cuando pude entrar a ver La persona buena de Sezuan del Piccolo Teatro. Fue emocionante. Solo con comprar la entrada ya daba botes de alegría, y ver la obra fue una revelación que me dura hasta hoy. Hay más pero eso lo recuerdo como impresionante, unido a un viaje en el que empezaba mi experiencia teatral con 18 años. La siguiente, y primera como actor y director, fue cuando montamos La siamesa del puerto, que me revelo muchas cosas de mí, del teatro y de la forma en la que quería hacer teatro, mucho más personal. Y la última, y tiene sentido ahora, es la obra con la que estamos: Los Mácbez. Ha sido todo un viaje iniciático y precioso que me ha hecho recordar lo que es el teatro y estos dos momentos. Y he comprobado que he vivido estos 30 años en el teatro, que no del teatro, y estoy muy orgulloso. Es una suerte y un privilegio pero también una convicción. Además ese viaje a Italia, que me volví sin poder entrar en la escuela que quería, lo hice con Chema Adeva, que ahora actúa en Los Mácbez.

Los Mácbez. Teatro Colón de A Coruña, 28 y 29 de marzo; Teatro Principal de Ourense, 30 de marzo; Teatro Circo de Murcia, 11 de abril; Teatro María Guerrero de Madrid del 30 de abril al 15 de junio.

Gorka Otxoa, actor

La primera una obra que vi en Donosti con mis padres fue en el Victoria Eugenia. Yo tenía entre 10 y 12 años y fue un monólogo de Moncho Borrajo en el que se pasaba dos horas encima del escenario, con el teatro lleno, recitando los versos que creaba, con su vacile e improvisación. La gente se reía mucho y había mucha emoción. Ese día pensé “cómo molaría hacer esto”, porque vi en directo lo que era provocar risas, emoción y que se te muevan las tripas. Y lo bonito, además, ha sido que luego acabé en Madrid trabajando en su teatro, en el Amaya, con Olvida los tambores y tuve la oportunidad de decírselo.
El teatro es muy especial. Y para un actor es una gozada. Por encima de la base de la interpretación, está el público, la inmediatez, el hecho de que todo lo que ocurre es único, el feedback… Lo que se crea no tiene precio, esa comunión entre publico y actores que saben que todo lo que pasa es solo ese día y es para ellos. Y como anécdotas recuerdo varios ataques de risas sobre el escenario… Llegan de repente, por un error, pero no te puedes reír. Basta que no puedas reír para que aumente la risa, como nos pasaba a todos en el cole, y lo pasas mal porque es imparable. Alguna vez me ha pasado de no poder hablar nadie en el escenario. Es muy curioso y al público también le suele gustar si surge.
Continuidad de los parques. Naves del Español. Matadero Madrid. Hasta el 27 de abril. Hoy descuento del 15%.

Miguel del Arco, director, dramaturgo y actor

La obra que me marcó fue una representación de La vida de Eduardo II de Inglaterra en el María Guerrero con dirección de Lluís Pasqual. Habían levantado el patio de butacas, los actores estaban en el centro y nosotros en los palcos. Creo que estaba en COU y ya hacía teatro semiprofesional pero esa fue una de las representaciones de las que salí totalmente abducido y pensando “yo quiero formar parte de esto”. Pero además de ese sentimiento, fue un momento de revelación.
Y en mi carrera, aunque todos han sido pasos muy especiales, radicalmente hay un antes y un después de La función por hacer. Es una función planteada sin ninguna pretensión y sin expectativas reales. La montamos en verano en el local de un actor para ver qué pasaba y ni siquiera teníamos el hall del Lara. Y ahora estamos conMisántropo, seguimos con La función por hacer de gira por el extranjero, he dirigido a la Machí, la Espert, hemos ganado Max… Realmente fue un antes y un después que en absoluto habíamos imaginado. Estábamos en Lara y empezó a salir la gira, nos llamaron del Español, de Barcelona, la gente quería venir a verla y empezamos allí, en el vestíbulo poniendo nosotros las sillas para el público y haciendo todo. Todos los días pasaban cosas importantes con esta obra. Recuerdo uno, antes de la función, que los actores estaban esperando a que llegáramos para ver qué había pasado ese día y no había pasado nada. Era tal lo que sucedía en torno a esta obra que el día que no pasaba nada era como anodino. Recuerdo ese invierno en Madrid por las nevadas y como una celebración casi permanente de alegría.
Misántropo. Teatro Español. Del 23 de abril al 22 de junio. Y después sigue la gira por toda España.

Pau Durà, actor y director


Recuerdo Como en las mejores familias, la última función que hice hace 10 años con Javier Cámara, Blanca Portillo, Nathalie Poza, Julieta Serrano y Gonzalo de Castro. Hay una anécdota divertida de la última función de la gira, tras más de 200. En esa función yo salía barriendo en una escena y jamás olvidaré la cara de Cámara y Poza cuando saqué, en vez de una escoba, una aspiradora industrial, con el enorme ruido que provocaba. Fue muy hilarante porque el ruido no dejaba continuar con la escena y ellos estaban riéndose sin poder seguir.
Pero además de como actor, esta obra es muy especial para mí porque la acabo de dirigir en el Romea, llamada Un aire de familia. Es la primera dirección que hago y somos candidatos a cinco Premios Max. Y además la dirigí en un teatro como el Romea, al que le tengo mucho aprecio porque fue el primero que pisé como espectador cuando llegué a Barcelona con 18 años. ViRestauración de Eduardo Mendoza, y tanto me marcó que la fui a verla varias veces. Y al cabo de 25 años, cuando estrenamos en septiembre la obra en el Romea, la emoción fue muy grande. Además de tener como protagonista a Ramón Madaula, que actuaba casualmente en esa primera obra que yo vi allí.
La punta del iceberg. Teatro de la Abadía. Hasta el 30 de marzo. Hoy coloquio con la compañía al finalizar la función. Después seguirá gira por todo el país.

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