Cambiar el mundo desde los escenarios


Fuente: Clara Morales (elpais.com)
El momento más emotivo de la compañía Caídos del Cielo con su nuevo espectáculo, Magia Café, no fue su estreno, ni conseguir representar en la sala madrileña Cuarta Pared hasta el 5 de abril. Lo mejor fue presenciar cómo Julián Asensio, actor y persona sin hogar, se reencontraba con su madre tras años de lejanía. "Fue impresionante. Alguien nos avisó, salimos todos corriendo, y estuvimos apoyándole mientras se reconciliaban", narra su directora, Paloma Pedrero, mientras Asensio mira con ojos pantanosos. La actriz Esperanza Pedreño (conocida por la serie televisiva Cámera Café) toma la palabra: "Aquí el fin es no estar solo, sacar lo mejor de ti, utilizar las herramientas del teatro para ponerlas a favor de nosotros mismos. Y todos estamos en esa labor, no hay diferencia de ningún tipo".
A lo que se refiere Pedreño es que actores profesionales como ella o su compañero Germán Torres (Ivan-off, Amar en tiempos revueltos) se funden con actores amateur como Asensio, un grupo que en este caso incluye desde sin techo a personas en riesgo de exclusión social, gracias a su colaboración con la Fundación Trébol. A esto aspira Varela Producciones, la compañía de teatro de Blanca Marsillach, que acaba de estrenar la obra Enamórate de Lope, lleva cinco años trabajando con discapacitados y acaricia su sueño de hacer un grupo permanente formado por estos y actores profesionales. Ambos proyectos caminan por la misma senda: la del cambio social a partir del teatro.
Caídos del cielo lleva recorriéndola más tiempo, desde que Pedrero comenzó a tantear con la Fundación Rais de apoyo a personas sin hogar la posibilidad de trabajar a través del teatro, allá por 1998. Todo empezó en el Rincón del Encuentro, un espacio que la asociación reservaba para que las personas sin hogar tuvieran un "momento de techo". El taller de la directora y dramaturga se superponía con siestas, juegos de cartas, lecturas de periódico: "Uno podía estar roncando, otros pegándose; pero lo veían y poco a poco se iban enganchando. Y se fue creando un grupo, aunque muy difícil, porque esta gente estaba la mayoría en la calle".
Desde entonces hasta el estreno de la obra Caídos del cielo (que daría nombre a la compañía) en el Festival de Otoño de 2008, todo fue lentamente, paso a paso. Su obra trataba el crimen cometido contraRosario Endrinal, una mujer sin techo que fue quemada viva por dos niños bien en Barcelona dos años antes. Los planetas se alinearon, y a la programación se le unió el dinero: "Ha sido la única vez en que hemos podido hacer la obra aproximadamente como queríamos. Aunque la nuestra fue la única compañía a la que no pagaron". Gracias a ese bendito 2008 los escollos a salvar se fueron reduciendo.
Ahora estrenan en una sala conocida dentro del circuito madrileño, con las mismas condiciones que el resto. Su Magia Café es la historia de un espacio abandonado que es ocupado por algunos vecinos para "transformar el dolor en belleza: el que quiere decir algo tiene que hacer un monólogo, una canción. El lamento no vale". Esa agrupación anárquica recuerda al Rincón del Encuentro en el que Pedrero comenzó la andadura: todos juntos y revueltos y un caos ordenado que no se sabe muy bien cómo se estructura.
Pero no solo retrata la experiencia propia. En palabras de Esperanza Pedreño, esta obra, aunque escrita en 2005, "tiene mucho que ver con todos los movimientos actuales, después del 15-M, que buscan otras formas de convivencia al margen del sistema. Movimientos que rompen las jerarquías, y que en realidad son muy políticos. No solo a nivel de organización de trabajo, sino a nivel familiar: tú eliges la familia que quieres tener". Julián, además de la biológica, recién recuperada, ha elegido esta: "Todo el mundo tiene miedo al acercarse a algo que no conoce, y yo a trancas y barrancas lo estoy consiguiendo. Me quedo con todos los amigos que he hecho". Germán Torres sabe de lo que habla. Tras un buen rato sin pronunciar una palabra, toma aire y suelta: "Cuando tenía 17 años, salí de la calle gracias al teatro. Llego aquí y estoy en paz".
Hay salida. De la calle, o de la vida limitada que parece imponerse cuando se diagnostica una discapacidad intelectual. Nada de eso: la compañía de Blanca Marsillach se empeña en demostrarlo desde hace cinco años. En su grupo, personas con síndrome de down o con parálisis cerebral exploran sus talentos sobre escena. "Nuestro sueño es crear una compañía estable para personas con otras capacidades", explica la actriz y directora, que está cerca de cumplirlo: todo depende de que la Fundación Repsol dé el visto bueno definitivo al proyecto para que "todo aquel que quiera dedicarse al teatro pueda hacerlo y se les considere gente apta para ser empleados".
En parte como homenaje a su padre, Adolfo Marsillach, creador de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y al Siglo de Oro, acaban de estrenar en el Teatro Casa de Vacas de Madrid Enamórate de Lope, un recorrido por la obra del escritor que une verso, amor y música en una pieza creada para que los actores interactúen con el público. Con la ayuda de profesores y trabajadores sociales, consiguen "que el teatro sea una terapia". La próxima obra, esa que, esperan, les convierta en una compañía profesional, será de Marsillach padre. "Como él decía: 'No soy tan ingenuo como para pensar que el teatro puede cambiar a la sociedad, pero sí puede ayudar a despertarla".

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