SIMONE


de DANIELA FEIXAS
dirección RAMON SIMÓ
intérpretes TILDA ESPLUGA, ANNA GÜELL y DANIELA FEIXAS
duración 80min
fotografías Q-ARTS TEATRE
producción Q-ARS TEATRE y TEMPORADA ALTA
SALA MUNTANER

Daniela Feixas ha creado el Gregor Samsa de la identidad de género. En una especie de justicia poética, su personaje se convierte en todo aquello que odia, aquello que lucha por prohibir. Para los fervorosos creyentes, un día se acostó como un dios y se levantó con forma de demonio.

Simone obviamente bebe de Beauvoir, pero también de Kafka o incluso a veces hay ligeras pinceladas de Saint-Exupéry, además de ser un soplo y bofetada de realidad que podemos encontrar en cualquier noticiero. 



Simone es una comedia, con un humor negro, oscuro bien oscuro. La dramaturgia ha puesto su mirada en personajes rozan los estereotipos, por una parte: la clase alta más pudiente, conservadora, católica y con un tufo retrógrado y por otra la clase trabajadora, focalizada en el personaje que interpreta la propia Feixas, una prostituta de cuarenta años.

Además de la esperpéntica situación, Simone juega con el lenguaje a través del personaje de la Rosa, una hilarante Anna Güell, que a pesar de lidiar con un espejo excesivamente presente, consigue dibujar la mejor interpretación de la función. De su boca sale veneno. Sus réplicas son las que te ponen sobreaviso y al mismo tiempo de ser las que provocan mayores carcajadas por parte del público

Tilda Espluga da vida a este hombre convertido en mujer de la noche a la mañana, el ministro de justicia de un país al borde de la revolución por la aprobación de unas nuevas reglas morales. Su personaje, central en la trama, es el más disperso, toca demasiados asuntos y al final queda una extraña sensación de estar desdibujado en exceso, a pesar del excelente trabajo actoral por enderezarlo. Hay algo que no acaba de cuajar.



Además de la dirección, Ramon Simó vuelve a encargarse de la escenografía, en la cual todo el poder recae en un sofá. Pieza clave por su versatilidad y porque realmente aquí los que necesitan acaparar la atención (y lo consiguen) son el texto, la dramaturgia y el trabajo actoral.

El cóctel final es una mezcla de querer y quedarse a medias. Quizás se haya perdido en medio de la búsqueda excesiva de la sonrisa fácil, pero esta Simone debería haber forzado un poco más la máquina, la crítica con una buena dosis de mala leche y menos autocomplacencia.

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