TROIANES 15


AUTOR: JEAN-PAUL SARTRE
TRADUCCIÓN: MANUEL DE PEDROLO
ADAPTACIÓN LINGÜÍSTICA: LLUÍS SOLER
DIRECCIÓN y DRAMATURGIA: ANNA ESTRADA
INTÉRPRETES: RAMON BONVEHÍ, QUERALT CASASAYAS, ANNA ESTRADA, DAVID ORTEGA, MAGDA PUIG y LAVINIA VILA
DURACIÓN: 70min
PRODUCCIÓN: LA PELL y VANIA PRODUCCIONS
TEATRE AKADÈMIA

Vivimos en el siglo XXI el cual para muchos es el siglo de las mujeres, donde tanto si nos dejan como sí no tenemos que alcanzar la tan manida igualdad entre sexos. No siendo ni mejores ni peores pero si iguales a nuestros iguales masculinos. Troianes 15 es una hombre protagonizada por mujeres, ahí dos hombres, una lucha de poder y unas perdedoras, que dioses mediante, vuelve a sumirse al poder de la palabra masculina.

Potente inicio con un baile arrítmico mientras de fondo suena Happy de Pharrell Williams. Una impresionante escenografía de zapatos olvidados tras una guerra cruenta y un diseño de luces que acentúa la tragedia que se nos viene encima, mientras las últimas notas del Happy dejan paso a un solo de cuerdas más triste, de funeral.

Sólo dura 70 minutos pero tras el estallido inicial donde todos los elementos escenográficos están perfectamente coordinados, la palabra nos sume en un sopor, en una especie de sueño anodino, que para nada se corresponde con la actualización del mito que se prometía, a tenor por la puesta en escena, del inicio. O conoces la mitología al dedillo o si no te pierdes, entre tantos mortales y dioses.

Con unas interpretaciones femeninas irregulares y excesivamente poco confidentes en los dos casos masculinos, quizás la más convincente sea Magda Puig, que en el papel de madre viuda de hijo y marido, nos trastorna con su dolor, lo sentimos como propio y conseguimos lo que hasta el momento no habíamos conseguido con los demás, entrar en una historia, que en el siglo XXI cuesta bastante de empatizar.

Ya no hay dioses que nos castiguen, al menos que sepamos, cada uno es esclavo de sus propios actos. Las mujeres poco a poco salen del yugo a las que son sometidas por la parte masculina. Con una puesta en escena que pretende romper con lo clásico de la historia, me cuesta entender porqué se ha mantenido el texto sin adaptar. 

A veces tanta justicia con la historia hace que en poco más de una hora haya desconectado con los dioses para reconectar con otros pensamientos. Prometía mucho pero por el camino se diluye la apuesta escénica y el texto no deja de ser el de siempre. Falta riesgo y sobra monotonía en esta batalla que hemos vuelto a perder.

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